Compasión en acción
Fabricar bancos no era el trabajo de James Warren. Sin embargo, empezó a hacerlos cuando vio a una mujer sentada en el suelo esperando un autobús. «Esto es “indigno”», dijo preocupado. Entonces, el consultor laboral de 28 años de edad fabricó un banco y lo puso en la parada del autobús. Se empezó a usar enseguida. Al ver que muchas de las 9.000 paradas de su ciudad no tenían asientos, hizo otro, y luego varios más, con la inscripción «Sé amable». Warren dijo que su objetivo era intentar que la vida de la gente fuera un poco mejor.
La Iglesia eterna de Dios
«¿Terminó la iglesia?», preguntó una joven madre que llegaba con dos niños cuando la reunión dominical estaba finalizando. Pero un ujier le dijo que una iglesia cercana tenía dos reuniones los domingos, y que la segunda empezaba pronto. Se ofreció para llevarla y la joven aceptó, contenta de ir algunas cuadras hasta la otra iglesia. Después, reflexionando, el ujier llegó a esta conclusión: «¿Terminó la iglesia? Jamás. La Iglesia de Dios continúa para siempre».
Encontrar espacios abiertos
En su libro Margin [Margen], el Dr. Richard Swenson escribe: «Debemos tener algún lugar para respirar. Necesitamos libertad para pensar y permiso para sanar. Nuestros vínculos están siendo devorados por la velocidad […]. Nuestros hijos yacen heridos, aplastados por nuestras aceleradas buenas intenciones. ¿Está Dios ahora a favor del agotamiento? ¿Ya no guía más a las personas a aguas de reposo? ¿Quién saqueó esos espacios abiertos del pasado y cómo podemos recuperarlos?». Swenson dice que necesitamos «tierra» tranquila donde podamos descansar en Dios y encontrarnos con Él.
El poder de la perseverancia
En 1917, una joven costurera se emocionó al ser admitida en una de las escuelas de diseño de moda más renombradas de Nueva York. Pero cuando Ann Cone llegó para inscribirse, el director le dijo que no era bienvenida. «Para ser franco, Srta. Cone, no sabíamos que era negra», dijo. No queriendo irse, susurró una oración: Por favor, permítame quedarme. Al ver su perseverancia, la dejó quedarse, pero la separó del aula solo para blancos, dejando la puerta trasera abierta «para que oyera».
Aguas profundas
Cuando Bill Pinkney navegó solo alrededor del mundo en 1992, lo hizo con un gran propósito: inspirar y educar a los niños. Esto incluía a alumnos de su antigua escuela primaria en los barrios pobres de Chicago. El objetivo era mostrar lo lejos que podían llegar estudiando mucho y comprometiéndose con la tarea. De allí, el nombre de su barco: Commitment [Compromiso]. Cuando lleva a estudiantes a navegar, dice: «Al agarrar el timón, aprenden sobre el control, el dominio propio y el trabajo en equipo […]; principios básicos necesarios para triunfar en la vida».
Él nos hace nuevos
A Shawn Seipler, un ejecutivo que viajaba mucho, le preocupaba qué pasaba con los jabones que quedan en los hoteles. Pensaba que, en lugar de tirarlos, podían encontrar nueva vida. Entonces, fundó «Limpiemos el mundo», un emprendimiento de reciclaje que ha ayudado a más de 8.000 hoteles, navieras y centros turísticos a convertir millones de kilos de jabones descartados en nuevas barras de jabón esterilizadas. Enviadas a personas necesitadas en más de 100 países, ayudan a prevenir incontables enfermedades y muertes relacionadas con la higiene. Seipler dijo: «Sé que suena cómico, pero esa pequeña barra de jabón de tu hotel puede salvar literalmente una vida».
Pequeño pero grandioso
¿Llegaré a las Olimpíadas? A la nadadora universitaria le preocupaba no ser lo suficientemente rápida. Pero cuando su profesor de matemáticas, Ken Ono, estudió sus técnicas de natación, vio cómo mejorar su tiempo por seis segundos: una diferencia importante. Identificó pequeñas acciones correctivas que podían hacer que la nadadora fuera más eficiente en el agua.
Conocido por Dios
Casi veinte años después de haber sido separados por la adopción, dos hermanos se encontraron gracias a una prueba de ADN. Cuando Kieron le escribió a Vincent, el hombre que creía era su hermano, Vincent pensó: ¿Quién será este extraño? Kieron le preguntó qué nombre le habían puesto al nacer, y él respondió: «Tyler». Entonces, supo que eran hermanos. ¡Lo reconoció por su nombre!
Fuerte y bueno
El joven capellán universitario estaba turbado. Pero pareció molesto cuando me atreví a preguntarle si oraba… por la guía de Dios… por su ayuda. Orar —como instó Pablo— sin cesar. En respuesta, confesó: «No estoy seguro de seguir creyendo en la oración o en que Dios escucha. Simplemente, mira a tu alrededor». El joven líder estaba «construyendo» un ministerio con su propio esfuerzo, y lamentablemente, estaba fracasando. ¿Por qué? Rechazaba a Dios.
El juego del cambio
El apretón de manos valió más que mil palabras. Una noche de marzo de 1963, dos basquetbolistas universitarios —uno negro y otro blanco— desafiaron el odio segregacionista y se estrecharon las manos, señalando la primera vez en la historia del estado de Mississippi en que su equipo de jugadores todos blancos enfrentaba a un equipo integrado racialmente. Para competir en el «juego del cambio» contra la Universidad Loyola de Chicago en un torneo nacional, el equipo de Mississippi evadió una orden que les impedía dejar su estado. Mientras tanto, los jugadores negros de Loyola habían soportado insultos racistas durante toda la temporada.